17.12.07

y bueh.. es Diciembre.

Es inevitable, en diciembre, referirse a Diciembre.
Aunque quisiéramos escaparnos de tal compromiso, como dice Zen, el amigo de la otra orilla, caemos inevitablemente una y otra vez en el impostergable racconto de memorias y aconteceres que se juntan, misteriosamente, este mes para hacer un balance, para tratar de rememorar un año demasiado apresurado, para recordar a quienes estaban en diciembre pasado y ahora no están, para sentirnos grandiosos por haber degustado como un vino perfecto, dulce y agrio a la vez, un año más, de punta a punta de nuestras respectivas vidas, o para una infinidad más de cosas que tratamos de apretujar todas en un diciembre.
Sabemos que las fiestas son una excusa, sin pretender hacer imposiciones a favor o en contra de la natividad de un hombre, como nosotros, que nació hace como dos mil y pico de años. Lo que le sucedió después, o lo que hicieron otros hombres con él ya es otra historia.

De chicos, creo que a la mayoría nos alegraban la llegada de Diciembre, por ser el inicio de las vacaciones, por celebrar y recibir regalos en una fiestas que no entendíamos mucho de que se trataban, pero en definitiva para eso son las fiestas, para festejarlas sin más sentido que el festejo en si.
Con el tiempo, ya le fuimos otorgando nuestra propia acepción a Diciembre, distinta y a veces similar para cada uno.
Yo estoy un poco alejado del festejo por el festejo en si. Necesito encontrarle un fundamento personal que no le encuentro todavía.
Y quizá, de no ser por ya no permanecer tan anónimo en el mundo blogger, como diría Casandra , o como le expresé en un comentario a ella, podría articular con menos tapujos mi propio sentir sobre los diciembres propios.
Lo cierto es que este año, o este diciembre, ya se encuentra compartido con personas de las que ignoraba por completo su existencia, al menos en el diciembre pasado.
Y no sólo ignoraba su existencia, sino la capacidad de poder comunicarnos, de encontrarnos a partir de las letras, de las palabras, de los sentimientos (quienes tuvieron la maravillosa gracia de poderlos definir en palabras escritas), de mostrar retazos de sus vidas (quienes tuvieron la claridad mental para hacerlo), de esbozarnos sus triunfos y sus derrotas (quienes no temieron mostrarlos).
Yo, alejado de tener estas capacidades, he incurrido solamente en encontrarles palabras a detalles livianos de mis días, disfrazándolos tozudamente en el Piso 93 y esquivando en gran medida cualquier mención de ellos en Escribiendo Silencios.
Ello no quita la concentrada lectura y los concientes comentarios que le pueda haber dejado a Rochie aún a pesar de mantener un estrecho y afectivo contacto prolongado con horas de charlas, o la fascinación por el cristalino sentir de la Ardilla, o el regocijo por las acertadas caracterizaciones de Uma, lejanas en algunos casos a la bella calidez que un afectivo gurrumín de cinco años le detectó en un abrazo de horas.
Conocer a una desconocida No more recién cuando estuvo de visita, casi sin haber leído su blog anteriormente y a partir de ello generar un placentero contacto a la distancia. Festejar cada comentario recibido con signos de admiración de Polakia, la primer persona a la que le pude interpretar su sentir y admirar cada palabra leída.
Extrañar a la excelente Cosmo cuando el camino blogger separa los intereses o aleja las atenciones, o a Bromo, a veces inescrutable pero siempre noble, del que nos alejan tiempos y alcances, o a Verónique.

Cuando en abril comencé con este blog, la intención era poder abrir un mundo, el mío, y a partir de ello conocer otros mundos abiertos, o que intentaban abrirse, sabiendo que esto siempre es difícil cuando los valores que cada uno enmudece cada día son muchos, pero que así y todo duele más callar que intentar encontrarles palabras, y escribirlas. Y disté, en objetivo, en hacer un recuento de aconteceres “posteables”.
La primera intención no la pude concretar en su real medida, quizá deje eso como materia pendiente para el próximo año, o los venideros. Pero en caminatas extensas junto a Florecita comprendí que las palabras volcadas eran sólo un preludio para la real comunicación que se manifiesta con un roce, con una mirada cómplice o una risa. Por lo tanto este medio no va a suplantar a aquella, la verdadera vía de comunicación que son los ojos, los oídos, los “hechos” compartidos. La fascinación por los placeres de Wonder, aún cuando la materialización de compartirlos a veces diste de la real intención volcada en el blog de hacerlo, no enturbia la comunicación concretada, ni los mágicos encuentros interplanetarios de Dutri se empequeñecen en el atractivo encuentro de las voces.

Desde hace varios años no cuento para las fiestas con un árbol navideño, el cual con razonamientos lógicos y sentimentales he decidido expatriar del incipiente manojo de costumbres que puedo transportar en mi valija, pero que sin duda envidiaría en intención e intenso contenido afectuoso al de Fer, del que orgulloso cuelga mi nombre entre sus ramas.
Y a mismo tiempo he confirmado mis sospechas de que las fronteras fueron creadas por hombres, quizá los mismos que hicieron algo discutible con la vida de aquel que nació hace dos mil y pico de años, y no nosotros, los que no discrepamos por una bandera, y nos podemos entender con afectos simples, discretos y bien pulidos como con Adriana o Rammses, o con quienes distan a demasiados kilómetros de esta Ciudad Furiosa como Huellas Compartidas uniéndonos de alguna manera por la misma forma de sentir la Vida.
Por lo tanto, estar transitando diciembre sin incurrir en referirse a Diciembre sería casi como hacer un blog sin pretender que otros ojos lo lean.
Por suerte, Diciembre sucede sólo una vez al año, pero quienes han pasado por este blog lo han hecho desestimando en que fecha lo hacían, movidos sólo por la búsqueda de palabras transparentes, y quizá encontradas en él.

Gracias por dedicar algunos minutos de sus días, de sus vidas, para leerlo y a través de ello, en algunos párrafos, tratar de ver mi reflejo.


(ah, esto no es un balance, aunque lo parezca)