14.5.07

Sagrado y natural

...-¡Ah qué piel tienen! ¡Fina como la cáscara de una fruta! ¡Vosotros no tenéis ni idea de lo que es! Una piel satinada, resbaladiza y seca como si acabaran de frotarla con talco; una piel sin un defecto, sin una rugosidad, sin sudor, y ardiente, pero ardiente por debajo, del mismo modo que se siente la quemazón de la fiebre a través de una manga de muselina, ¿comprendes? ¡Como el cuerpo cálido de un pájaro bajo las plumas...! Y al mirar esa piel a la luz del día de allá, cuando roza ligeramente el hombro o la cadera, aparecen claridades azules en esa seda castañodorada, no sé cómo explicartelo, como un impalpable polvo de acero, un perpetuo reflejo de luna...
¡Y la mirada! ¿Has notado alguna vez la caricia de su mirada? Ese blanco del ojo, un poco acaramelado, ¿sabes?, en que la pupila nada con tanta ligereza...
Y, además... No sé cómo decírtelo... Allá, el amor no se parece en nada al vuestro. Es un acto silencioso, sagrado y natural a la vez. Profundamente natural. Nunca se mezclan a él pensamientos de ninguna clase. Y la búsqueda de los placeres, que aquí siempre es más o menos clandestina, allá es tan legítima como la vida, y, como la vida y el amor, es natural y sagrada. ¿Comprendes,...?

Los Thibault.
Roger Martín Du Gard