9.5.07

Onírico I

Me visto de amanecer y salgo.
La vereda se endurece con los resabios de frío de una madrugada que, pareciera, sucedió hace mucho. La ciudad está vacía, sin ruidos.
Paco me había dicho anoche (hace tanto!) que nos encontrábamos en el café de siempre, la cuestión es que no sé hacia donde caminar.
Las avenidas, tersas y pulidas, reflejan un sol brumoso.
Raro, pero aún no crucé a ninguno de los vecinos que, lo sé, barren sus pasillos, baldean sus balcones a esta hora. Ni siquiera el aroma de pan caliente brota de la panadería que cruzo todas las mañanas.
(Paco, dónde mierda era!?) Camino tratando de rememorar mi sueño, pero eso me distrae y me lleva por calles desacostumbradas.
-Estaba en una montaña, aunque baja, desde ahí miraba un colchón de nubes que cubría todo, hasta el horizonte. Pero las nubes no estaban arriba, sino por debajo.
Debajo de mis pies.-