El 16 de junio de 1871, en la parte trasera del café de Verdun, poco antes del mediodía, el manco acertó un cuatro bandas increíble, con efecto hacia adentro. Baldabiou permaneció inclinado sobre la mesa, una mano detrás de la espalda, la otra sosteniendo el taco, incrédulo.
-No me digas.
Se levantó, guardó el taco y salió sin despedirse.
Tres días después partió. Le regaló sus dos hilanderías a Hervé Joncour.
-No quiero saber nada más de seda, Baldabiou.
-Véndelas, idiota.
Nadie fue capaz de arrancarle adónde diablos pensaba ir. Y a hacer qué, después. Mientras tanto, él sólo dijo algo sobre santa Inés que nadie entendió bien.
La mañana en que partió, Hervé Joncour lo acompañó, junto con Hélene, hasta la estación ferroviaria de Avignon. Llevaba una sola maleta, y también eso era discretamente inexplicable.
Seda, Alessandro Baricco.
-No me digas.
Se levantó, guardó el taco y salió sin despedirse.
Tres días después partió. Le regaló sus dos hilanderías a Hervé Joncour.
-No quiero saber nada más de seda, Baldabiou.
-Véndelas, idiota.
Nadie fue capaz de arrancarle adónde diablos pensaba ir. Y a hacer qué, después. Mientras tanto, él sólo dijo algo sobre santa Inés que nadie entendió bien.
La mañana en que partió, Hervé Joncour lo acompañó, junto con Hélene, hasta la estación ferroviaria de Avignon. Llevaba una sola maleta, y también eso era discretamente inexplicable.
Seda, Alessandro Baricco.
Este libro no tiene pag. 139, pero es una pequeña maravilla el estilo de la narración, además de ser bellísima.