17.6.07

Días negros

Sólo un mal día. No es nada extraño.
Sucede periódicamente; es más: son raros aquellos casos en los que no se registre ninguno en un período más o menos acotado.
Pero...todo atenta contra uno mismo en un mal día.
El desayuno sabe a nada, el café se quema, la leche está cortada –y la compramos anteayer!- el viaje cotidiano es particularmente irritante.
Las tareas que, de manera habitual ya tenemos aprehendidas y, por ello, no necesitamos revisar muy concienzudamente, ese día salen mal.
Y no entendemos porqué.
Si llueve, seremos salpicados por esa condenada baldosa, o el auto joeputa que en otras oportunidades nos perdona la vida, pero ese día es implacable.
Las personas que normalmente contestan nuestro saludo de manera cordial, ese día nos gruñen.
Pagamos con un billete algo ajado en un supermercado que, casualmente, ese día cambió de cajera y no nos acepta ese harapo.
Todo alrededor conspira, sin que podamos encontrarle la causa, y nos sentirnos arrepentidos de habernos levantado de la cama.
La persona que normalmente nos susurra un par de palabras que nos harían reconciliar con alguna sensación de sentirnos dignos de amor, ese día nos carajea mal porque tiene otitis. Y sabemos que al otro día se arrepentirá, pero justo hoy! ¡¿Justo hoy?!
Los dioses son víctimas de algún piquete que les impide abrir su oficina a horario?
Tendremos agotado el crédito mensual de nuestra tarjeta de serenidades?
Nos olvidamos de ponernos, luego de la ducha, el antitranspirante adecuado, y olemos a infortunio? A desventura?
Es sólo un mal día, decimos, para amenguarnos, en alguna dosis, lo míseros que nos sentimos ante adversidades pseudo externas.Mañana procuraremos dedicarnos con más atención al desayuno, al color de las medias que nos pondremos, a comulgar desde el amanecer atándole un nudo a Santo Pilato o a quien fuere para que, al menos por algunas semanas, nos prive de la sinrazón obsecuente de esos, los solamente malos días.