10.6.07

Uno de los nuestros (III)

Cap III


Extragómez, comenzó a trabajar, desarrollando los conocimientos adquiridos durante su época estudiantil, en un banco. Al mismo tiempo, preparaba su ingreso a la facultad de Medicina, para, algún día, poder dedicarse a su inclinación, que no era la medicina, sino otra.
Extragómez conoció a varias mujeres. Una de ellas, la última, incitándolo con veladas colmadas de sustancias de olores extraños, licor no tan berreta y, obviamente, con la sinuosidad de sus curvas, pudo obtener de él el consentimiento para contraer nupcias.
Tal aprobación indujo a Extragómez a formular su única condición para concretar la ceremonia.
“Cuando estemos casados, cojemos con la luz prendida, ok!?”
El matrimonio duró solamente 3 semanas, cuando, una mañana Extragómez se percató de lo lejano que estaba de su anhelo de manijear aviones, mientras miraba las panty que su esposa, ahora dormida, no se había quitado durante toda la actividad sexual de la noche anterior.
A esta altura, lo encontramos a Extragómez con 24 años, ya con un matrimonio fracasado y totalmente alejado de sus estudios terciarios.
Procurando enriquecer su ávido deseo de sapiencia (y para olvidar a la yegua esa), realiza un viaje, que –por un par de semanas- lo marcará, hacia Cuba. Viaje en el que, en los breves intervalos entre mojitos y ron dorado, mujeres fáciles y algún holandés amanerado pero menos bebido que él, conoce a la persona que le influenciará, con sus conceptos, su sabiduría y su profundo entendimiento de la condición humana: el cuidador de termitas del zoo local.