A veces suceden cosas, hechos que circulan alrededor, a los que normalmente no les damos una importancia excelsa. Situaciones que no tenemos presentes por sumergirnos en otras cuestiones, quizá la mayoría de las veces bastante mínimas. Claro que eso también es relativo, algunas cuestiones “mínimas” a veces nos atraen la atención despistándonos de otras cuestiones “máximas” por el hecho de resultar un poco más urgentes las primeras.
Mmm… cuestionable pero cierto.
Aristóteles solía decir aquello de que “la única verdad es la realidad” varios siglos antes que Perón lo repitiera.
Pero poder ver la realidad no es una moneda de uso diario, aunque uno mismo intente hacerse un espacio para ello cada día.
Tampoco es una cuestión facilista de caer en retóricas como “claro, tenemos que tomar conciencia!”. Hay algo más importante debajo, casi diría
fundante.
También hay un “pero” acá: las cuestiones
fundantes muchas veces apenas son someros artilugios de nuestra mente. Paja mística. Y no porque el misticismo sea pajerizante, sino porque nuestra capacidad para, precisamente, pajerizar cuestiones importantes es bastante amplia.
"Aunque el Lógos es común, la mayoria vive como si poseyese su propia inteligencia. Aunque escuchan no entienden. A ellos se les aplica el proverbio: Presentes pero ausentes. El Lógos es eterno, no lo entienden los hombres al escucharlo por primera vez ni después de que lo han oído. (Heráclito de Éfeso)
Volviendo, parte de la cuestión
fundante es prestarle atención a quienes han vivido en este mismo planeta antes que nosotros, prestarles atención para lo que fuere: quienes escribieron un libro hace 50 años o hace 500, quienes han criado un hijo hace 50 años o hace 500, quienes se enamoraron, quienes tuvieron un accidente, quienes inventaron algo útil para los demás, quienes intentaron construir su propia vida hace 50 años. O hace 500.
Normalmente acostumbramos a nuestros días a regodearse de sorpresas, pero no de sorpresas fundamentales, sino de aquellas novedades fatuas, aquellas que serán superadas la semana que viene.
Sorpresas tecnológicas, sorpresas mediáticas, sorpresas políticas, sorpresas creadas precisamente para ser sorprendentes, pero no útiles.
Creemos (sí, yo incluido. Es demasiado soberbio hacer un discurso sosteniendo que sólo los demás hacen las cosas de manera equívoca) que el bombardeo de información, de datos, de nuevos vislumbramientos es fascinante. Y en lugar de buscar en ese universo de información algún dato primordial para nosotros, nos contentamos con los mensajes sin sentido.
Guarda el piolín que esto no es, ni pretende ser, una declaración, un manifiesto pseudo humanista que trata de incitar el retorno a nuestras raíces, la vuelta a la naturaleza de nuestro ser, ni la mar en coche. Sino justamente lo equivocado de nuestro intento de “ser” sin poder antes llegar a comprender qué carajo somos. Ni que hacemos durante nuestra vida para alcanzar algo que nos defina como seres. Únicos y especiales..? lo dudo.
Para ser únicos y especiales debemos generar un efecto, sentimiento o capacidad de influencia sobre algunas personas. Provocar una repercusión sobre los demás seres es justamente lo contrario a “ser”, es sólo reflejar la imagen que los otros acusan respecto la internamente esgrimida como máscara ante ellos. Es verse a si mismo a través de las definiciones que los otros esbozan, erróneas casi siempre, pero que mayormente tomamos como validas.
Somos a partir de lo que nos dicen ser.
Claro, somos seres sociales, lo que implica mantener una necesidad, casi una dependencia respecto a los demás. Pero cuánto de esa dependencia nos aleja de nosotros mismos, de nuestra real concepción de ser “unicos y especiales”? Y no por la exclusividad de tal definición, sino por la comprensión de ella.
"Para los despiertos hay un (solo) mundo único y común, mientras que cada uno de los que duermen se vuelve hacia (su mundo) uno particular." (otra vez Heráclito).
...
Hace unos días se intentó, con un cierto grado de renuente importancia, hacer una manifestación global respecto a racionamiento de la energía.
Se incitó a apagar las luces innecesarias por una hora un sábado X en todo el planeta.
Pelotudez masiva pensaron muchos, alpedismo generalizado infirieron otros, conciencia reflexiva invocaron algunos, comprensión de la realidad esgrimieron quienes la vislumbran.
No se si es importante dar a conocer si uno mismo se plegó o no a tal evento. Creo que debería en cambio ser importante saber si uno mismo tiene alguna somera idea de qué implica esto.
(Y creo que lo que implica está lejos de ser fascinante...)